El jugo de espinacas ha mostrado su eficacia en estados de convalecencia y para mejorar la anemia.
Sin embargo, la espinaca no conviene a personas propensas a los cálculos renales, gota o artritis, ya que los oxalatos que contiene pueden favorecer estas afecciones.
El potencial preventivo y terapéutico de la espinaca es extraordinario. Su consumo habitual ayuda a prevenir ciertas enfermedades y mejorar estados carenciales. Se indica en casos de:
Anemia. La espinaca aporta 2,71 mg de hierro por cada 100 g, proporción que supera a la de la carne. Aunque el hierro de origen vegetal se absorbe con mayor dificultad que el de origen animal, la vitamina C, procedente tanto de la propia espinaca como de otros alimentos, favorece en parte su asimilación.
Colesterol. La fibra de la espinaca impide la absorción del colesterol y los ácidos biliares, mientras que sus antioxidantes reducen la oxidación del colesterol LDL y previenen la aterosclerosis.
Problemas digestivos. Ayuda a depurar el hígado y resulta laxante.
Hipertensión. Tres cucharadas diarias de jugo de espinacas ayudan a bajar la tensión en personas propensas.
Sobrepeso. Al ser un alimento muy ligero (22 cal/100 g) y vitamínico resulta muy útil en dietas de adelgazamiento.
Embarazo. Por su gran contenido en ácido fólico y su poder antianémico, la espinaca resulta ideal en el embarazo.
Envejecimiento. Sus antioxidantes –también es rica en vitamina E– protegen la dermis del daño solar y del proceso natural de envejecimiento.
Vista. La luteína y la zeaxantina ejercen una potente acción antioxidante sobre las células del sistema ocular y previenen la pérdida de agudeza visual por degeneración macular.
FUENTE: Cuerpomente.com
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