Una nueva investigación concluye que la actividad física no anula los efectos negativos del exceso de peso corporal sobre la salud cardiovascular.
"El ejercicio no parece compensar los efectos negativos del exceso de peso. No se puede estar gordo, pero sano". Son palabras de Alejandro Lucía, investigador de la Universidad de San Francisco y responsable de un estudio que constata que la actividad física no anula los efectos negativos del exceso de peso corporal sobre la salud del corazón.
El trabajo, publicado en la revista American Journal of Preventive Cardiology', de la Sociedad Americana de Cardiología, viene a discutir la idea preconcebida de que un estilo de vida físicamente activo puede anular por completo los efectos nocivos del sobrepeso y la obesidad.
El estudio, que utilizó datos de 527.662 trabajadores en San Francisco, con una edad media de 42 años y con un 32% de mujeres, diferencia entre peso normal (con un índice de masa corporal de 20-24.9), sobrepeso (25-29.9) y obesidad (30 o superior) y nivel de actividad en base a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Además, la salud cardiovascular se determinó en función de los tres principales factores de riesgo de infarto e ictus: la diabetes, el colesterol elevado y la hipertensión arterial.
Partiendo de esta base, en todos los niveles de IMC, cualquier actividad (independientemente de que cumpliera o no el mínimo de la OMS) estaba relacionada con una menor probabilidad de padecer diabetes, hipertensión arterial o colesterol alto, en comparación con la ausencia de ejercicio.
"Esto nos dice que todo el mundo, independientemente de su peso corporal, debería ser físicamente activo para salvaguardar su salud", señala Lucía.
Mientras, en todos los niveles de peso, las probabilidades de diabetes e hipertensión disminuían a medida que aumentaba la actividad física: más actividad es mejor, así que caminar 30 minutos al día es mejor que caminar 15 concluye el trabajo.
Sobrepeso, obesidad y riesgo cardiovascular
Sin embargo, los participantes con sobrepeso y obesidad presentaban un mayor riesgo cardiovascular que sus compañeros con peso normal, independientemente de los niveles de actividad.
Como ejemplo, en comparación con los individuos inactivos de peso normal, los obesos activos tenían aproximadamente el doble de probabilidades de tener el colesterol alto, cuatro veces más probabilidades de sufrir diabetes y cinco veces más de tener la tensión arterial alta.
"La lucha contra la obesidad y la inactividad es igualmente importante; debería ser una batalla conjunta. La pérdida de peso debe seguir siendo un objetivo primordial de las políticas sanitarias, junto con la promoción de estilos de vida activos", concluye Lucía.