Las vacaciones implican adoptar nuevas rutinas si queremos mantener nuestra piel sana.
Los anhelados rayos del sol del verano nos invitan a pasar más tiempo al aire libre. El calor inaugura las piscinas y nuestras primeras visitas a la playa, obligándonos a revisar nuestras rutinas de belleza, especialmente aquellas destinadas al cuidado de nuestra piel. Mayor exposición a rayos ultravioleta, el agua de mar y el cloro de piscinas, entre otros, son parte de los elementos que, en este periodo, pueden provocarnos quemaduras solares, resequedad de la piel, hiperpigmentación, brotes de acné y otras complicaciones. Por ello, prepararla y cuidarla para el verano que se avecina es fundamental.
Al ser el periodo donde más nos vemos expuestos a los rayos UBV y UVA, las estructuras y funcionamiento de nuestra piel cambia, haciéndola perder hidratación y otras fibras elásticas como el colágeno, por lo que la rutina de belleza, los productos y hasta la alimentación deben adecuarse.
Como siempre, la limpieza y exfoliación del rostro son fundamentales. La limpieza debe hacerse por la mañana y la noche, con un producto efectivo que elimine todo tipo de residuos, incluyendo las cremas y protector solar que se utilizan durante el día.
Por otro lado, la hidratación debe aumentar en verano, aunque con cremas ligeras para que la piel respire. En este sentido, incluir serums con antioxidantes disminuirán el daño producido por el estrés oxidativo y ayudarán a neutralizar los radicales libres. Los más efectivos son aquellos que incluyen vitamina C, ácido hialurónico, resveratrol, ácido ferúlico, la idebenona, la niacinamida y las isoflavonas que, además, brindan una protección óptima para la piel con el protector solar.
Además, el protector solar es necesario idealmente con factor 50. Esta acción reduciría considerablemente la aparición de cáncer de piel, beneficiando también a la piel de las arrugas y el fotoenvejecimiento prematuro.
Por último, no olvidemos que somos lo que comemos y, en el caso de la piel, este dicho da en el clavo. Por ejemplo, el consumo de frutas y verduras que contengan vitamina C, vitamina E y betacarotenos aportará un efecto antioxidante, regenerador y beneficiará a adquirir un bronceado sin una exposición prolongada al sol. Algunas de los productos más recomendados son cítricos como el kiwi, el mango, la zanahoria, el tomate, acelga, espinacas o el brócoli, entre otros. Muy importante también, no sólo para la piel sino que para todo el organismo, es el consumo de agua en cantidades suficientes que permitan una adecuada hidratación.
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