Año 2011. Yolanda Barrios tiene 24 años. No es una chica promedio. Vive la vida que muchos logramos pasados los 30 años: pareja estable, dos empleos, independencia paterna, económica y carrera por culminar. Pero su vida es el 95% estresante, hay poco tiempo para comer bien y ver a la familia, lo quiere controlar todo: es perfeccionista.
Le detectan cáncer. Siente que Dios le quita el control de su vida.
En medio de todo ese panorama comienza la breve historia de “Yoli”, sobreviviente de cáncer.
Querido diario: El Cáncer tocó a mi puerta
“Poniendo crema en mi cuerpo me sentí una bolita en mi seno, llamé a mi ginecóloga, fui donde ella, me hicieron una punción, no me dejaron mamografía ni ultrasonografía. Hay que esperar”.
“Llamó la doctora, debo hacerme estudios radiológicos, volví a ir donde ella, me dijo que tengo algo maligno, pero no me dijo qué era, salí de ahí confundida”.
La zozobra invadió a Yolanda, quien aconsejada por una de sus amigas, buscó de inmediato una segunda opinión para descubrir su diagnóstico.
“El doctor me dijo claramente que tengo cáncer. Me lleva minutos procesarlo, me subo al carro y de camino a casa lloro, ¿cómo le voy a decir a mis papás que tengo cáncer?, ¿cómo le voy a decir a mi hermano gemelo, a Javier, mi novio?. No me quiero morir”.
Querido diario: Creí que había terminado todo. Me equivoqué. Apenas empieza.
Ese mismo día, ella decidió contarlo a su familia, que incrédula dice palabras como: “estás muy joven”, “busquemos más opiniones”, sus padres están lejos de ella, en Zapotitán, y Yolanda, en una casa de San Salvador, se enfrentaría esa noche de sábado a un proceso de introspección.
“Esta noche he llorado como nunca antes. Dios: ayúdame a entender cuál es el propósito, yo quiero vivir, no me quiero morir todavía”, “voy a vivir esto, pero te pido que me des las herramientas para vencerlo porque yo sola no voy a poder”.
Yolanda sabía que tenía dos caminos: se tiraba a la cama a llorar o decidía luchar. Su proceso fue complejo y se expuso a dos cirugías para quitar el tumor, pero en ese momento no hablaron de masectomía.
“Es 13 de noviembre de 2011, ya me quitaron los tumores, pero me tienen que hacer un tratamiento preventivo, voy a recibir quimioterapias y radiaciones, me extraña que si es por prevención tenga que ser tan invasivo”.
El doctor quien la operó le recomienda enviar sus exámenes a EE.UU. El diagnóstico mostró otro tipo de patología, el proceso se alarga y ella se ve obligada a viajar a ese país para ir a conocer su panorama, le ofrecen opciones de tratamiento y entre ellas le plantean que si se quita los senos bajaría el porcentaje de probabilidades de que el cáncer regrese.
“No puedo explicar la sensación de libertad que tengo, ya me rapé, me siento bien”.
Firme de terminar sus terapias Yolanda no dejó su actividad, siguió su trabajo y su tesis no se paralizó, vivió el proceso y le sirvió de catarsis.
“Estoy viviendo experiencias espirituales increíbles, siento que me he conectado conmigo misma, este proceso de cáncer es solo uno de limpieza, de mucha limpieza espiritual, alimenticia, de un descubrimiento de saber qué quiero porque aún no lo sé”.
Cumplidas las quimioterapias regresa a EE.UU acompañada de su madre para someterse a la cirugía más invasiva, le retiran ambos senos, le ponen implantes, el proceso dura dos meses.
“Es de noche, mañana me operan, Dios: me has dado mi cuerpo, mi cuerpo te pertenece, la masectomía no es una mutilación, es una entrega, una ofrenda quizás, me distes mis mamas ahora te las entrego...”.
Asombrosamente Yolanda vive ese proceso con éxito y al regresar al país luego de la operación descubre que se convertiría en madre.
“Javier me ha acompañado en todo el proceso, ha sido mi bastón, le he pedido a Dios una respuesta que me confirme que ya estoy sana y resulta que estoy embarazada. ¿Es en serio Dios? No es el momento. Javier dice que ese bebé es la respuesta que he pedido, que tan sana estoy que hasta puedo dar vida”.
Mientras trataba de procesar todo: la reciente cirugía, la noticia del embarazo y el miedo que el bebé fuese a tener complicaciones, Yolanda hizo memoria de una experiencia extrasensorial o espiritual que tuvo años atrás.
“Hoy recordé aquella experiencia espiritual que tuve cuando fui al retiro de la iglesia hace años, cuando Dios me hizo la promesa que yo estaba sana y que mis hijos estaban sanos, ahora todo tiene sentido. Dios es perfecto...”.
Javier y Yolanda decidieron casarse, tuvieron a su primera hija y a los 4 meses de su nacimiento vendría su segundo hijo en camino. Se somete una vez más a la extracción de sus órganos reproductivos, de manera preventiva y ahora continúa su vida al lado de sus motivos para seguir.
“Tengo una familia, dos bellos hijos, estoy al lado de mi compañero de lucha, de viaje, disfruto la vida con él”.
Querido Diario: Soy una versión mejorada de mi misma
“Soy ahora mi propia jefa, tengo una empresa, soy coach de vida, corro al rededor de 10k, corrí ya una megamaratón, estoy emocionada, me critican porque madrugo tanto a correr, no saben que lo hago por mi misma, no por nadie”.
“Estoy alimentando correctamente mi cuerpo, mi mente y mi espíritu. He aprendido a vivir sin estresarme demasiado”.
“Dios elige a las personas para que vivan una enfermedad así para un propósito. No se es víctima, si no que un elegido, es una oportunidad para cambiar de vida y para sanar física y espiritualmente”.
Actualmente Yolanda y Javier son una pareja emprendedora, que sacó provecho de su adversidad, su mensaje es de prevención y lucha.