Utilizar hilo dental es una de las armas más efectivas contra la placa bacteriana, según la Academia de Odontología General (AGD, por sus siglas en inglés). El hilo dental remueve los residuos que provocan enfermedades en los dientes y encías, controla el mal aliento y pule la superficie dental.
Al usarlo, aumentamos la posibilidad de mantener nuestros dientes sanos y por muchos años y disminuimos la probabilidad de padecer enfermedad provocadas por las bacterias que se acumulan en la boca.
Muchas veces, por la falta de tiempo o por la carencia de costumbre, no añadimos a nuestro ritual de higiene bucal, el uso de esta herramienta dental y si lo hacemos, no lo realizamos de la forma sugerida por los especialistas. Por ello, te enumeramos, paso a paso el protocolo a seguir.
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Corta un trozo de hilo dental de 25 centímetros aproximadamente y enrolla un extremo alrededor del dedo medio, luego haz lo mismo el resto de la seda alrededor del mismo dedo de la otra mano; este dedo será el que recoja la seda sucia.
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Sujeta el hilo con la ayuda de los pulgares e índices de manera firme e introdúcelo con una fuerza moderada entre los dientes para no lastimar la encía. Te recomendamos utilizar hilo encerado.
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De inmediato, pasa el hilo con delicadeza entre los dientes con movimientos suaves y de forma horizontal, después de limpiar, hálalo para sacarlo; no olvides que no debes hacerlo de la misma forma que los introduces porque los restos de comida te quedan atrapados en el punto de contacto.
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4
Cuando el hilo dental alcance la línea de las encías, deslízalo formando una C contra el diente, hazlo con cuidado. Sujeta el hilo con firmeza contra el diente y con suavidad frota de forma lateral, es decir, realizando un movimiento como si fuese una sierra.
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Por último, retira el hilo de la encía halando y después enjuaga para eliminar cualquier residuo. Repite este proceso en el resto de los dientes y no te olvides ningún espacio, ni el del último diente. Enrolla y desenrolla un poco de hilo para cada espacio interdental.
Es importante que, además de adoptar este hábito, no dejes de lado tu rutina tradicional de limpieza: lavado de dientes después de cada comida, preocupándote no solo por los dientes, sino por limpiar las encías, las mejillas y la lengua.
Fuente:
Dra. Gabriela Fernández
Odontóloga
7047-1963