La dificultad para prestar atención es un problema muy común en los niños y adolescentes. Aunque las causas pueden ser diversas, en la mayoría de los casos se debe a la hiperactividad o inquietud, de modo que el problema y su causa, conjuntamente, forman un cuadro denominado Trastorno por déficit de atención e hiperactividad. La hiperactividad es un desorden neurológico, y aunque sus causas aún no están bien determinadas científicamente, los investigadores lo relacionan con dificultades en algún momento del embarazo, o, sobre todo, durante el parto. Según la Academia Americana de Psiquiatría de Niños y Adolescentes, en Estados Unidos un 15% de los niños padecen de hiperactividad, y afecta a los varones diez veces más que a las hembras. En El Salvador, aunque no hay estudios fiables al respecto, se sospecha que el porcentaje es mayor, debido a las condiciones menos favorables en que se desarrollan los partos, particularmente en el medio rural.
La hiperactividad generalmente se manifiesta mediante varios de los siguientes síntomas:
• Dificultad para organizar su trabajo.
• Dificultad para seguir instrucciones.
• Dificultad para concentrarse; se distrae fácilmente
• No puede permanecer quieto por varios minutos.
• Es impulsivo, descuidado, y comete errores por ello.
• Habla demasiado y perturba en clase.
• No suele terminar lo que empieza.
• No tiene paciencia para esperar su turno.
• No puede permanecer en el mismo juego o actividad por mucho tiempo.
• Saca muchos juguetes, pero no llega a jugar con ninguno.
• Quiere tocarlo todo, correr por todo el espacio, o subirse a todas partes.
El problema se proyecta, fundamentalmente, en dos áreas: la social, y la académica. Desde el punto de vista social, el niño tiende a ser rechazado y marginado porque su conducta no es aceptada por los demás. En lo académico, el niño, aunque quiere ser buen estudiante, se lo impide su incapacidad para concentrarse y prestar atención. Al unirse a ello su tendencia a perturbar la clase, lo común es que tampoco cuente con las simpatías de los profesores, y que sea visto como un alumno “mal portado”.
Frecuentemente no sólo son los profesores quienes no entienden el problema, sino que la propia familia también lo ve como “niño malo”; otras veces la familia, con el argumento de que los niños suelen ser así de inquietos, no lo considera como un problema. De uno u otro modo, no se buscan soluciones, y las consecuencias terminan apuntando hacia el fracaso escolar. Al sumarse a ello la incomprensión y el rechazo social, la autoestima se va desmoronando, y en bastantes casos, ya como adolescentes, tienden a integrarse en algún grupo antisocial, o manifestar algún tipo de conducta antisocial o insana.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad tiene solución; tanto más fácil y segura cuanto antes se detecte el problema y se inicie el tratamiento. El plan de tratamiento que ha demostrado ser más eficaz combina la medicación adecuada y la psicoterapia, e incluye apoyo a la familia y asesoría a los maestros. Sería muy recomendable que las autoridades competentes (educación y salud) contemplaran un plan de detección y tratamiento integral de esta problemática en los diferentes centros educativos nacionales.
Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
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