Desde su infancia soñaba con ser doctora, jugaba de curar a sus muñecas, ponía vacunas a su madre y hermanos. Años después se convirtió en la primera cirujano plástico pediatra del país. Su nombre es Patricia Elizabeth Quezada de Calderón, una destacada profesional de la medicina.
Desde hace 19 años trabaja en el Hospital nacional de Niños Benjamín Bloom, actualmente es la jefa del departamento de cirugía plástica, donde se atienden a cientos de niños provenientes de todos los rincones del país e incluso de Centroamérica, la mayoría son de escasos recursos.
Su rol va más allá de coordinar un equipo de trabajo del área de cirugía plástica, también trabaja a nivel administrativo y como maestra para los residentes de pediatría, cirugía pediátrica, maxilofacial y cirugía plástica.
Además coordina las misiones internacionales que vienen al país para trabajar en beneficio de los menores.
Patti explica que ser cirujano plástico es una especialidad compleja y llena de retos, pero fue en su trabajo donde encontró su misión de vida: ayudar a los menos afortunados.
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“Me enamoré de los niños olvidados, los niños con anomalías congénitas y craneofaciales, de los pacientes quemados. Ellos son unos ángeles pero debido a muchas limitantes tienen pocas oportunidades de obtener los mejores resultados”, manifiesta la especialista.
A pesar de tener una agenda ocupada, siempre encuentra espacio para lo más importante de su vida: la familia. En su hogar todos llevan una dieta balanceada, sus hijos y su esposo Billy realizan entre tres y cuatro horas de ejercicio diarias.
Paty despierta a las 4:30 a.m. y sus actividades del día incluyen: llevar a su hijo al colegio, practicar natación o running, atender a los pacientes del Bloom y la clínica privada, cenar con sus hijos y su esposo Billy para conversar sobre el día.
Como familia también realizan otras actividades, como asistir a la iglesia y rezar juntos. También hacen un resumen individual de la semana: lo bueno, lo malo y lo feo, y lo comparten entre ellos.
Otro de sus pasatiempos son las actividades de esparcimiento, ya sea en el mar, la montaña o una comida fuera de casa una vez a la semana.
Todos los miembros de su familia se someten a un chequeo médico y odontológico anual.
Patti ha logrado la estabilidad laboral y agradece la comprensión y el apoyo de su esposo Billy, porque en ocasiones su profesión le exige sacrificar las vacaciones o navidades.
“Muchas veces van a esperarme en el hospital para que termine de trabajar, es difícil para ellos pero aprendieron a valorar el tiempo, a las personas, respetar el trabajo. Creo que tengo un esposo e hijos maravillosos y resilientes”, detalla.
Patti se define como una mujer integral, apasionada por su trabajo y el cuidado de su familia. Alguien que lucha diariamente por la superación personal y da lo mejor de sí cada día.