La infección crónica por VIH da lugar a un agotamiento del sistema inmune, un fenómeno caracterizado por la alteración en el funcionamiento de las llamadas células T. Estas células T agotadas muestran proteínas de inhibición en su superficie que podrían ser la clave para restaurar la función inmune.
Andreas Meyerhans, líder del Grupo de Biología de la Infección del departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud (DCEXS) de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), en España, dirige una investigación que busca establecer las condiciones en las que las señales negativas transmitidas por estas proteínas mejoran el tratamiento médico contra el VIH.
El sistema inmunitario humano está formado por una compleja red de reguladores positivos y negativos que coordinan la respuesta ante amenazas patógenas. Un individuo recién infectado por VIH desarrolla una respuesta inmune evitando la expansión del virus. A la vez, las llamadas células T reguladoras mantienen la respuesta de las células T efectoras bajo control para evitar que estas células inmunitarias dañen los órganos y tejidos del individuo.
A medida que la infección avanza y se evidencia que el virus no será eliminado, muchas de las células T efectoras se ‘duermen’ mediante un mecanismo llamado agotamiento. La vía PD-1/PD-L1 es uno de los componentes principales en el agotamiento de las células T, y el bloqueo ex vivo de esta vía comporta una respuesta mejorada de las células T que los investigadores esperan que suponga una mejora en el tratamiento.
Puesto que la vía de comunicación celular PD-1/PD-L1 está presente tanto en las células efectoras como las reguladoras, el grupo de Meyerhans decidió investigar qué le ocurría al balance entre células efectoras y reguladoras al bloquearla.
En colaboración con investigadores clínicos dirigidos por Felipe García (Hospital Clínic) y Hernando Knobel (Hospital del Mar), se aislaron células sanguíneas de individuos afectados por VIH y se observó su respuesta tras ser despertadas mediante anticuerpos anti-PD-L1. Tanto las células efectoras como las reguladoras despertaron, pero el grado en el que lo hacían dependía de la carga vírica de los individuos.
“En aquellos individuos cuya infección estaba bajo control médico y que mostraban por tanto pocos virus en sangre, se multiplicaba el número de células T efectoras”, explica Cristina Peligero, primera autora del estudio. “Sin embargo, en muestras en las que el virus no está controlado médicamente, las células T reguladoras se multiplicaban mucho, provocando una mayor expansión del virus y dando lugar a un efecto perjudicial”.
Estas observaciones pueden tener consecuencias muy importantes a la hora de utilizar estos anticuerpos como tratamiento. Solo los pacientes de VIH que estén bajo tratamiento médico obtendrán una mejora en su respuesta inmune antiviral.
Ya se han diseñado pruebas con anticuerpos anti-PD-L1 para combatir las infecciones crónicas del virus y también han empezado a usarse para atacar el cáncer. Así, el trabajo del grupo de Meyerhans destapa un nuevo elemento a tener en cuenta: las células T reguladoras.
Cristina Peligero presentó este trabajo al 4º Congreso Europeo de Inmunología en Viena el pasado 7 de septiembre de 2015. Obtuvo el premio “EFIS-Biolegend Bright Sparks” por su excepcional presentación oral.
Vía: noticiasdelaciencia.com