A muchos les asusta la idea de que su pareja les sea infiel, pero, ¿a qué se le tiene miedo, exactamente? Una infidelidad desata toda clase de sentimientos como la traición o la impotencia. Sin embargo, existe una teoría que puntualiza que los hombres temen a que sus novias o esposas se acuesten con otro tipo, mientras que a ellas les genera aprensión que su pareja se enamore de otras mujeres, incluso cuando no haya relaciones sexuales de por medio.
Para demostrarlo, investigadores de la Universidad de Chapman y UCLA tomaron una muestra de cerca de 64,000 personas de entre 18 a 65 años a quienes les presentaron diferentes escenarios estresantes y les preguntaron cuál considerarían peor, en términos de generarles mayor incomodidad: enterarte de que tu pareja tuvo una relación sexual con otro individuo aunque no se ha enamorado de ella o enterarte de que tu pareja se ha enamorado de alguien más pero aún no tiene sexo con ella.
Los resultados demostraron la hipótesis y encontraron que entre las parejas heterosexuales, el 54% de los hombres presenta una mayor probabilidad de molestarse por una infidelidad sexual que las mujeres (35%). Por su parte, el 65% de las mujeres se alteraría si su pareja se enamorara de otra mujer, mientras que solo el 46% de los hombres lo haría.
La muestra fue tan vasta que se consideraron todo tipo de factores como diferencias de edad, niveles salariales, historial de haber sido engañado así como de ser engañador, duración promedio de la relación y orientación sexual. Entre sus hallazgos Frederick y Fales destacan las relaciones heterosexuales, ya que las variaciones entre parejas homosexuales no fueron tan marcadas. Ante un riesgo de infidelidad sexual, tanto los gays como las lesbianas no presentaron variaciones (32 y 34 por ciento, respectivamente).
Parte de lo que resultó interesante del análisis es que es congruente con la teoría evolutiva que plantea por qué a los machos de le especie humana les angustia la idea de que su mujer se acueste con otros hombres. De hecho, la respuesta es mucho más práctica de lo que nos podríamos imaginar. No tiene nada que ver con pertenencia, ni fidelidad, lealtad o respeto; los académicos sostienen que la principal preocupación de los hombres se remonta a los tiempos en los que no existían las pruebas de ADN, cuando no había forma de comprobar con certeza que un hijo era tuyo.
Desde el punto de vista estrictamente evolutivo, criar a un hijo y salvaguardar su integridad física y emocional significa asegurarse de mantener viva la herencia genética de un individuo. Sobra decir el esfuerzo que representa algo así en términos de tiempo, sudor, dinero y trasnochadas. Así que hace sentido que para algunos hombres la idea criar al niño de otro tipo, porque su mujer se acostó con él, puede ser algo perturbador.
Siguiendo por esa línea, para las mujeres no representa el mismo riesgo que sus parejas tengan relaciones sexuales con otras personas. En términos de preservación de la especie es una mayor amenaza que el padre de una criatura se enamore de alguien más y los deje valerse por sí mismos. El esfuerzo y complejidad para criar hijos se duplica instantáneamente.
Por supuesto que estos planteamientos son limitados y aunque dan una explicación lógica del asunto, distan mucho de cubrir todos los factores involucrados en un acto de infidelidad. Por ejemplo, ¿qué pasa con las miles de personas que no tienen ni quieren hijos?
Quizá, donde haya que poner más atención no es en el tipo de infidelidad, sino en la infidelidad en sí. En el mismo estudio se menciona un recuento etnográfico de 16 sociedades en las cuales el adulterio era el principal motivo de disolución de un matrimonio, arrojando resultados como que el 34% de los hombres y el 24% de las mujeres han sostenido actividades extramaritales.
Sin ser mayoritarios, los números parecen indicar algo: la infidelidad es algo inherente al compromiso.
Fuente: gq.com.mx