Los datos científicos y sanitarios no dejan lugar a dudas sobre los riesgos para la salud que plantea el bronceado artificial. Como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace muchos años, “el cáncer, las quemaduras solares, el envejecimiento acelerado de la piel, la inflamación ocular y la inmunosupresión transitoria están asociados al uso de aparatos de bronceado”.
También existen pruebas considerables de que la exposición artificial a los rayos UV puede provocar adicción al bronceado.
En cuanto al cáncer, el efecto más grave, los estudios más recientes muestran cómo esta práctica aumenta el riesgo de melanoma. Ya en 2006, un metaanálisis de 19 estudios epidemiológicos puso de relieve un riesgo aún mayor de melanoma cuando la exposición a los rayos UV artificiales comenzaba antes de los 30 años.
Varios estudios internacionales y metaanálisis han confirmado desde entonces que cuanto más joven se es en la primera sesión de bronceado en interiores, mayor es el riesgo de desarrollar un tumor maligno de la piel (melanoma).
El número anual de sesiones así como la duración total de la exposición también están directamente correlacionados con el aumento del riesgo.
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