Alejandra Cuestas, 35 años
“Mi diagnóstico fue a los diez años cuando me detectaron linfoma de Hodkin, en los ganglios del lado derecho. Que 25 años más tarde, ame diagnostican cáncer de mama, hereditario por parte de dos tías, sobrevivientes también.
En diciembre del 2011, yo sentía algo “durito” arriba del pecho, fui al oncólogo y me realicé la ultrasonografía y por mi edad no me recomendaban la mamografía, pero no había alternativa.
En la biopsia, me salió el tumor de tres centímetros, en enero del 2012 me estaban operando. Me extrajeron doce ganglios, todos contaminados.
El que yo sea una madre soltera, fue una de las partes más difíciles. Gracias a Dios mis hijos, uno de ocho y el otro de cinco años, lo tomaron con tanta tranquilidad. Delante de ellos nunca lloré; recuerdo que después de las quimioterapias, se me empezó a caer el cabello, a los quince días después de la primera sesión, mis hijos me lo quitaban.
Mis quimioterapias fueron el proceso menos doloroso, yo no tuve ningún síntoma, ni vómitos, diarreas, incluso mientras estaba en tratamiento yo estaba comiendo. Nunca me deprimí, nunca le renegué a Dios. Yo creo que esta enfermedad Dios la manda a mujeres fuertes, porque las débiles no aguantarían el proceso. Actualmente estoy esperando las sesiones de radiación, no recibiré muchas, porque de pequeña recibí, ya me está creciendo el cabello. He ido con las pelucas al colegio, nunca me he sentido mal de ello, pero aún la sociedad no está acostumbrada a ver pacientes con cáncer.
Durante el proceso, hay momentos en que uno se pone mal, porque la quimioterapia te pone sensible y provoca sueño y yo sé que Dios me tiene aquí, porque tiene un propósito para mí”.