Que no nos desangremos cuando nos hacemos una herida o que los tejidos se reparen cuando algún agente externo los daña son dos de las funciones básicas de la vitamina K. Pese a ser menos conocida que la vitamina C o la D, podría guardar el secreto del envejecimiento saludable.
La vitamina K es necesaria para modificar la estructura de algunos aminoácidos que componen unas pocas proteínas que llamamos “proteínas dependientes de vitamina K”. Entre ellas destaca la protrombina, que es el regulador central de la cascada de la coagulación.
Los daños a las células que componen nuestros órganos, acumulados durante los años de vida, forman parte del proceso de envejecimiento. Por ello, los sistemas de reparación como los que representan estas proteínas dependientes de vitamina K aumentan en importancia a medida que pasan los años.
Para mantener un envejecimiento saludable, diversos científicos han propuesto el aumento de la ingesta de vitamina K en los mayores. Esto podría prevenir la calcificación de los vasos, mejorar la salud de los huesos y reforzar los sistemas de reparación de tejidos.
En personas adultas se dan deficiencias en vitamina K solamente cuando hay trastornos en la absorción intestinal. Esto se debe a que la propia flora intestinal produce precursores de la vitamina K, por lo que basta con una dieta variada para tener cubierta la necesidad diaria de este micronutriente.
Sin embargo, para estas nuevas funciones relacionadas con el envejecimiento, como la reducción de la osteoporosis y la calcificación de los vasos, aumentar la ingesta de vitamina K consumiendo alimentos ricos en ella (espinacas, acelgas, col rizada y vegetales de hoja verde en general) podría mejorar la salud.
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