Un equipo internacional de científicos liderado desde la Universidad de Santiago de Compostela asegura que la lectura del etiquetado de productos de alimentación guarda relación con la prevención de la obesidad, sobre todo en mujeres. Según el estudio, elaborado con datos de EE UU, las consumidoras que consultan esa información pesan casi 4 kilogramos menos.
La Universidad de Santiago de Compostela ha participado, junto con las universidades de Tennessee, Arkansas (EE UU) y el Instituto de Investigación de Economía Agrícola de Noruega, en un estudio sobre la relación entre la lectura del etiquetado nutricional y la obesidad.
Los resultados indican que el índice de masa corporal de aquellas consumidoras que leen las etiquetas es 1,49 puntos menor que el de las que nunca consideran dicha información a la hora de hacer la compra. Esto supone una reducción de 3,91 kg para una mujer estadounidense tipo de 1,62 cm de altura y 74 kg de peso.
Los datos se tomaron de la encuesta anual National Health Interview Survey (NHIS), recogida por los Centro Americano para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) (U.S. Centers for Disease Control and Prevention en inglés). Se recogieron 25.640 observaciones con indicadores de salud, hábitos de consumo y de compra, entre los que se encontraban varias preguntas sobre la lectura de la información nutricional en los supermercados, y la frecuencia de lectura.
"Primero analizamos cuál es el perfil de las personas que leen el etiquetado nutricional en el momento de la compra de alimentos y, posteriormente, su relación con el peso de los individuos", explica , María Loureiro, autora principal del estudio que publica la revista 'Agricultural Economics'.
"La obesidad es uno de los problemas de salud más importantes en la actualidad en los EEUU", destaca la investigadora. "El número de adultos con sobrepeso u obesidad ha aumentado a lo largo de los años. En 2009-2010, más de un tercio (casi el 37%) de la población adulta en este país era obesa y en niños y adolescentes dicho porcentaje alcanzaba un 17%".
Con respecto a su distribución, se registra una mayor prevalencia de obesidad entre las personas negras no hispanas (49,5%), americanos mejicanos (40.4%), hispanos (39,1%), y blancos no hispanos (34.3%), según datos de 2010 del CDC.
Población diana
El equipo, formado por investigadores de las universidades de Santiago de Compostela, Tennessee, Arkansas (EE UU) y del Instituto de Investigación de Economía Agrícola de Noruega, encontró diferencias muy significativas entre los consumidores que leen las etiquetas y aquellos que no lo hacen. Por un lado, el estudio recoge que la población fumadora examina mucho menos esta información. Según la investigadora, "su estilo de vida contiene ciertos hábitos poco saludables y, como consecuencia, nuestros resultados indican que puede ser que no se preocupen tanto del contenido nutricional de lo que comen".
Además, la población que vive en la ciudad –el 49% de la muestra–, es la que más tiene en cuenta el etiquetado nutricional, así como las personas que tienen estudios de enseñanza media –40% de los encuestados– y los que tienen educación universitaria –17% de la muestra total–.
Por sexos, el 58% de los hombres lee habitualmente o siempre la información presentada en las etiquetas nutricionales, mientras que este porcentaje se incrementa hasta el 74% en las mujeres.
"El impacto asociado, en general, es mayor en las mujeres que en los hombres", añade. En término medio, las mujeres que leen la información nutricional tienen un índice de masa corporal 1,48 puntos menores, mientras que esta diferencia es solo de 0,12 puntos en hombres.
La investigación también recoge diferencias étnicas significativas. En este sentido, son las consumidoras blancas las que más reducen su índice de masa corporal (en torno a 1,76 puntos).
"Sabemos que esta información puede ser utilizada como un mecanismo de prevención hacia la obesidad. Hemos observado que leen más las etiquetas nutricionales las personas que viven en un ámbito urbano, con educación media o alta, como cabría esperar y, por tanto, se podrían diseñar campañas o políticas públicas que promuevan el uso del etiquetado nutricional también en menús de restaurantes y otros establecimientos públicos, para que se beneficie la población que come habitualmente fuera de casa", concluye Loureiro.
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