Alegre, soñadora, determinada y tenaz, así es Dinorah Guadalupe Martínez, una mujer de 53 años, a la que, como a muchas en el mundo, el cáncer le llegó de forma inesperada. Agosto de 2011 significa para ella una etapa dura, desconcertante y confusa. En una de las visitas de rutina a su ginecólogo y sin la menor idea de lo que le esperaba, Guadalupe recibió los resultados de la primera mamografía que se
había realizado: Un diagnóstico de cáncer de seno invasivo grado tres.
"Yo no podía creerlo, acudí al doctor porque pasé cuatro meses con una molestia y pensé que era el sostén. Al escuchar lo que tenía, sentí temor e incertidumbre, me negaba a entender que tenía células cancerígenas porque desde los 20 años me había cuidado; hacía ejercicio y me alimentaba de manera sana”, explica.
SU VERDADERO TEMOR
Guadalupe, quien también es madre de tres hijos y pilar de su hogar, no temía por el procedimiento que ella fuera afrontar para tratar el cáncer, sino más bien, la invadía el miedo de faltarles y dejarlos solos. “No verlos crecer, graduarse, casarse o saber qué sería de ellos si yo no estaba”, confiesa.
En septiembre del mismo año, le realizaron una mastectomía en el seno izquierdo, luego recibió ocho quimioterapias y otras aplicaciones de medicamentos por un año y medio. Posteriormente, fue intervenida en dos ocasiones para la reconstrucción del seno.
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COMPLICACIONES
En 2015, cuando “Lupita”,como le dicen sus familiares, cuando creyó que la pesadilla había terminado, recibe la noticia por parte del oncólogo que nuevamente tenía cáncer pero en esta ocasión en el seno derecho. “Dios, en su infinito amor, puso en mi corazón que debía hacerme la mastectomía antes que todo empeorara y así lo hice”, agrega.
Durante el proceso sufrió discriminación laboral por parte de sus compañeros, aumento de peso, complicaciones digestivas y crisis de autoestima.
Para una mujer como Guadalupe que siempre trató de cuidar su imagen, seleccionar correctamente su alimentación y realizar actividad física, los efectos secundarios del cáncer y la quimioterapia fueron impactantes. A partir de allí, empezó a padecer de hígado graso, problemas de hipertensión y sobrepeso a causa de los esteroides.
ACTUALMENTE
Desde hace cinco años, la sobreviviente se encuentra en control y toma una pastilla diaria como parte del tratamiento.
Manifiesta que el peligro mayor se ha ido y agradece a Dios por la nueva oportunidad de vida que recibió y, como parte de ese agradecimiento, intenta motivar a otras mujeres que están pasando por una situación similar.
Trato de vestirme de colores más vivos para sentirme bien y transmitirle energía positiva y esperanza a los demás. Siempre tengo cuidado con lo que como y me esfuerzo por al menos hacer caminatas cortas en mi casa para mantenerme activa”, Dinorah Martínez, madre de familia.