Las enfermedades relacionadas con el corazón son una de las principales causas de mortalidad en el mundo. Este producto contiene N-óxido de trimetilamina (TMAO), que en cantidades elevadas en sangre eleva el riesgo cardiaco
Según un informe de la ONG Justicia Alimentaria entre el 28 y el 38% de las enfermedades cardiovasculares se produce por un consumo abusivo de carne, sobre todo roja. Este mismo análisis afirma que las mujeres en España ingieren una media de 302 gramos de carne roja a la semana, mientras que los hombres lo elevan a 525 gramos.
Sin embargo, la recomendación de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) es consumir una media de 125 gramos de carne roja semanales. Incluso, la población infantil se encuentra expuesta a este riesgo, ya que su dieta también posee un exceso de este tipo de carne.
El motivo del perjuicio
Cuando la comemos y la digerimos, algunas de las bacterias intestinales de nuestro cuerpo no metabolizan correctamente el alimento y producen acumulación de una sustancia llamada N-óxido de trimetilamina (TMAO). Un elevado nivel en sangre de este compuesto orgánico es el responsable de aumentar la probabilidad de padecer enfermedades cardiovasculares (CVD).
Predomina, principalmente, en alimentos de origen animal, como es el caso de la carne roja o los huevos, que suponen un aumento del riesgo de padecer este tipo de afecciones. Sin embargo, no todos los alimentos en los que se encuentra TMAO producen el mismo peligro.
El pescado o la carne blanca, por ejemplo, tienen un mayor o igual contenido de esta sustancia, pero se les asocia un menor riesgo a la hora de sufrir algún tipo de enfermedad cardiovascular (CVD). A pesar de ello, un estudio publicado este mes por el 'American Journal of Clinical Nutrition' afirma que tanto la ingesta de pescado como de huevos, al igual que la carne roja, son los principales factores dietéticos asociados a la producción de TMAO sérica.
La diferencia entre estos alimentos, según este análisis realizado en la comunidad hispana de Estados Unidos, reside en que la asociación de TMAO y el consumo de pescado son independientes de la microbiota intestinal, al contrario de lo que ocurre con la carne roja.
Cuando existe una acumulación de TMAO en la pared intestinal, el flujo sanguíneo se ralentiza y se altera la función de la barrera intestinal
Es cierto que la microbiota intestinal varía de una persona a otra, y esto es determinante a la hora de medir los niveles plasmáticos de TMAO. Esto significa que hay cuerpos que tienen mayor tendencia a convertir los nutrientes de este tipo de alimentos, y otros que, por el contrario, los acumulan, que es lo que posteriormente origina este tipo de afecciones. En muchas ocasiones, es una reacción intestinal la que nos avisa del peligro que podríamos estar sufriendo.
Cuando existe una acumulación de TMAO en la pared intestinal, el flujo sanguíneo se ralentiza y comienza a manifestarse una alteración en la función de la barrera intestinal, que puede derivar en respuestas inmunitarias y en una inflamación sistemática. Esto se puede prever con un análisis de sangre que detecte el ADN bacteriano, que es lo que se encuentra habitualmente en pacientes que padecen enfermedades cardiovasculares.