"Cuando mi mamá fue diagnosticada con cáncer, yo tenía once años de edad. Fue un período en el que mi papá y mi mamá lo eran todo, crecí como la primera niña, la primera hija, sobrina, nieta… como la consentida. Al principio, no me querían decir que ella tenía cáncer, solo me dijeron que estaba un poco mal. Dos días después me fui a Brasil con un grupo de la iglesia, al regreso, tenía dos noticias: una buena y una mala. La buena era que habían venido mis primos de Estados Unidos después de casi diez años y la mala era que mi mamá estaba recién operada del cáncer. La vi sentada en la cama con una bolsa de sangre y las gasas que tapaban la herida. Quería abrazarla al verla nuevamente, pero no me lo permitían porque podía lastimarla”.
Karla recibió el diagnóstico de cáncer en 2009, con tres hijos uno de dos años, el otro de ocho y Paola de once. La sospecha la tuvo luego de sentir un tumor bastante grande en uno de sus pechos. Detectado en una etapa 3 con metástasis en los ganglios, fue considerado uno de los más fulminantes, tanto así que le pronosticaron tres meses de vida. Pero su fe en Dios la llevó a buscar otro doctor que estaba dispuesto a salvarle la vida.
publicidadLuego de una mastectomía, ocho quimioterapias y 11 radioterapias, sus pulmones colapsaron a causa de un asma leve, los esteroides que impedían la cicatrización y la sorpresa de un segundo tumor la condujeron a una esperanza de vida de seis meses. Luego de un año y medio postrada en cama, con tanques de oxígeno conectados las 24 horas y diez meses alejada de su casa y sus hijos, para estar al cuidado de sus hijos. Paola fue quien vivió esta experiencia muy de cerca junto a su mamá.
“Al tenerla en casa nuevamente, a los doce años me hice experta en cambiarle el tanque de oxígeno. La enfermedad de ella mantuvo a muchas personas orando por ella y a fundaciones como Edificando Vidas pendientes de nosotros y su salud.
Hoy, seis años después, puedo decir que amo a mi mamá, que ella es la razón por la que me levanto todos los días, la que me hace sonreír, la que me ha enseñado a luchar y a saber cuánto valgo”.
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