“Al principio pensaba que mi hijo era rebelde cuando le hablaba y no me hacía caso, luego creí que quizás no me entendía”. Marielos
Sí como para Marielos, una joven madre, llegar al diagnóstico de hipoacusia o falta de audición total o parcial, en su pequeño hijo, fue un proceso complicado.
“Recuerdo que el primer experimento fue esconderle un celular sonando –sin que él lo viera–, para que lo buscara, cuando no lo escuchó, ni lo buscó, me preocupé”, relata.
Quizás la parte más difícil es aprender a ver los signos que nos indican que el niño no está escuchando bien, indica Griselda Zeledón, psicóloga y encargada del programa de padres del Centro de Audición y Lenguaje.
Entre los primeros tres meses de vida el niño debe parpadear, despertarse o asustarse ante cualquier ruido fuerte, calmarse ante los arrullos del padre o dirigir su mirada hacia la fuente de sonido: “dar un aplauso fuerte, no es una buena manera de detectar el problema, ya que esta acción emite vibraciones con las que el niño puede sobresaltarse”, indica Zeledón.
El diagnóstico
El primer paso para Marielos fue consultar en una clínica el problema de su hijo, con la esperanza de que fuera una infección o algo inmediato de solucionar, sin embargo, recibió la recomendación de ir al Centro de Audición y Lenguaje para realizarle pruebas auditivas.
Tras pasar varios exámenes, Marielos recibió finalmente, uno de los diagnósticos más dolorosos para cualquier padre. Su hijo es sordo. “Siempre creemos que el que está sufriendo es el hijo, cuando realmente él todavía no entiende lo que le ocurre, aquí el primero en recibir atención psicológica debe ser el padre”, señala Elocy Saravia, educadora especial.
Asimilar que el hijo tiene la deficiencia de escuchar es conocido como “etapa de duelo”. Durante el embarazo, los padres se forjan la idea de un hijo perfecto y entre lo “perfecto”, está un hijo que oye bien. “Se muere esta idea de hijo perfecto y con él viene la negación del diagnóstico, que puede durar hasta años, si no es tratada psicológicamente a tiempo”, indica Saravia.
Hay que desechar la idea que el hijo no es sano, él es un niño normal, cuyo problema es no escuchar. A falta de una capacidad viene el desarrollo de un sentido más, “la vista se agudiza, son más perceptivos a estimulaciones visuales”, añade Zeledón.
¿Qué es lo primero que debo hacer?
“Como pude, empecé a improvisar señales para que mi hijo entendiera cosas básicas como pedir agua, comida, pacha”, relata Marielos. El lenguaje de señas será lo primero que debe aprender el niño.
Es su primer lenguaje y el padre debe aprenderlo junto a él, “mientras más rápido lo asimila, el proceso de aprendizaje es mejor. Si durante los primeros tres años de vida, el niño no recibe estimulación lingüística, el cerebro se atrofia.
Primero es el lenguaje de señas, luego el español y después debe aprender a hablar”, finaliza Zeledón.