Enfrentar la tarea de criar a los hijos sin un hombre al lado puede ser una situación no deseada por la madre –cuando es abandonada por su pareja, o cuando enviuda- o, por el contrario, una decisión: algunas mujeres eligen ser madres aunque no hayan encontrado al hombre con el que desean compartir ese proyecto de vida.
Cualquiera sea la causa, sobre la mujer recaen exigencias que, habitualmente, se dividen por dos: el sostén de la casa, la educación de los hijos y las tareas domésticas son demandas permanentes que dejan poco lugar para su vida personal y su tiempo libre, tan necesario para poder estar disponible para sus hijos.
Por eso, lo primero que tiene que armar una madre que cría –o va a criar- sola, es una “red de contención”: un grupo de gente cercana y querida que pueda acompañarla en la crianza, no para ocupar el lugar del padre ausente, sino para sostenerla a ella en su rol.
Esa “red” permitirá tener con quién hablar de cómo ponerles límites a los chicos, de la importancia de pasar tiempo con ellos, de cómo organizarse con la casa y con las finanzas, tener a quién invitar a cenar, para que las comidas no sean siempre a solas con los chicos, tener adónde ir a cenar para descansar un poco y muchos otros “tener” que son posibles cuando se tienen vínculos afectivos.
Desde el embarazo, si no hay una pareja que acompañe, un familiar o una amiga puede estar presente en las ecografías y hasta en el parto. Las amigas pueden organizar horarios para acompañar a quien acaba de ser mamá cuando vuelve a casa y cuando tiene que dejar al bebé para volver a trabajar. Y en la medida que los chicos crecen, la imagen masculina puede ofrecérsela un tío, un abuelo o un amigo cercano.
Tener hijos, trabajar y estar sin pareja puede parecer una tarea inabarcable, pero el ejemplo de miles de mujeres que pueden hacerlo y las caritas de los hijos que van creciendo alientan a las mujeres en esta situación.
Organizarse y no querer ser “la mejor” en todo es un buen comienzo. Y encontrar un espacio de análisis para reflexionar acerca de la vida cotidiana es fundamental: el acompañamiento de un terapeuta o el encuentro frecuente con alguien que nos ayude a mirar la propia realidad desde otra perspectiva puede ser útil para no actuar llevadas por el impulso o por la emergencia.
Y no centrar la vida en los hijos es, tal vez, uno de los puntos fundamentales: una madre que trabaja, que tiene amigos, que puede pensar en formar una pareja, que lleva adelante alguna actividad que le gusta, que tiene una vida más allá de sus hijos, va a poder criarlos sin tanta presión y, el día de mañana, cuando hayan crecido, podrá seguir adelante con proyectos propios sin sentir que los hijos la abandonaron.
Fuente: planetamama.com.ar