Familia & hogar

"Después de un cáncer todo en la vida se ve de otra forma"

lunes 17, febrero 2020 - 11:38 am

Cuando tenía 14 años Johanna fue sometida a una cirugía radical que cambió su vida.

“El cáncer infantil es un 10 de ansiedad, de dolor, de confusión y a veces de frustración, pero también es una gran oportunidad para encontrar quién le va apoyar y guiar, eso hacemos nosotros”, reveló Roberto Vásquez, director del único programa nacional de cáncer infantil.

Hace 27 años en El Salvador nació una organización benéfica con una misión principal: brindar tratamiento a los niños enfermos de cáncer. Desde entonces han atendido gratis a cientos de pequeños provenientes de cualquier parte del país e incluso de las fronteras con Honduras y Guatemala.

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Johanna Mariela López tenía 14 años cuando su ojo izquierdo se inflamó y poco a poco fue creciendo al punto de afectar su visión.

Su madre, Josefa López, buscó un especialista quien la operó para retirar la masa y advirtió una terrible posibilidad: cáncer, una palabra ajena a sus vidas. Después de un tiempo él les ayudó a ingresar a la Fundación Ayúdame a Vivir.

Luego de una biopsia (la extracción de tejido para examinarlo y detectar la presencia de enfermedades), Johanna fue diagnosticada con un sarcoma, un tumor maligno de tejido blando, que representa alrededor de 3.5 % de los casos de cáncer en niños de 0 a 14 años; solo en el 10 % de los afectados, el sarcoma se origina en el parpado y la órbita del ojo, por lo que es un tipo de cáncer muy extraño.

“Se trataba de un sarcoma con una localización muy rara, se tuvo que retirar el ojo con todos los músculos para hacer el control quirúrgico y actualmente está recibiendo radioterapia y va a terminar con quimios”, explicó el doctor Vásquez.

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“La cirugía fue el 23 de agosto de 2019”, recuerda Johana. Seis meses después le sonríe a la vida. Lleva un gorro rosado y unos lentes para sol. Agradece el apoyo incondicional de su madre por “no dejarla sola en esta dura etapa”.

Originaria de Usulután y amante del sóftbol, en cada visita a la fundación Johanna se despierta a las 3:00 a.m. para viajar más de 115 kilómetros junto a su mamá, quien abandonó su trabajo como cocinera para cuidarla.

Durante los ciclos de quimioterapia se quedan en un albergue de lunes a viernes y los fines de semana regresan a casa. Semanalmente gastan entre $70 y $80.

El tratamiento de Johanna también coincidió con una fecha importante para ella, sus quince años. Planear la fiesta era motivo de emoción para la familia López y en julio de 2018 la madre y abuela comenzaron a guardar un poco de dinero para celebrar el nacimiento de Johanna.

Sin embargo, su salud empeoró por esos días y gastaron el dinero ahorrado para cubrir los pagos de exámenes y citas con especialistas. Luego vino el diagnóstico de cáncer, la cirugía radical y el tratamiento.

Durante este proceso Josefa conoció sobre el trabajo del Albergue Adventista del séptimo día, un espacio donde se brinda apoyo a los familiares de pacientes internados en el hospital Bloom.

Nunca imaginó que por medio de una colecta y el “buen corazón” de sus miembros, su hija tendría una fiesta de 15 años.

“Un día llegué al albergue y hablando con un hermano me preguntó sobre el cumpleaños de Johanna, de casualidad era la otra semana. Me pidieron que le comprara una blusa rosa, con mi mamá compramos un vestido rosado baratito y sencillo, la coronita ya la tenía”, recuerda.

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El 16 de enero de 2019 Johanna tuvo una cena de cumpleaños con pastel en el albergue y lució hermosa en su vestido rosa, usó una peluca que le obsequió la trabajadora social de la fundación.

“Uno planea las cosas pero Dios decide. Todo lo del cáncer fue rápido, pero gracias a Dios la tengo viva”, agregó su madre.

Por el momento la fundación es su hogar. En Usulután han dejado la calle principal del barrio El Calvario, para ponerse cómodas entre las paredes de la fundación pintadas de blanco y amarillo.

Johanna es de las más grande en sala de espera del centro médico, que tiene aproximadamente 50 sillas, habla poco y observa a tres niños tirados en el piso jugando con un avión y un carro control remoto.

“Me gustaría volver a jugar sóftbol cuando termine el tratamiento”, dice.

Según el doctor Vásquez, aún faltan nueve meses entre quimioterapias y radioterapias, pero ya no hay rastro de la enfermedad.

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