Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de la mitad de la población mundial está infectada por Helicobacter pylori (H. pylori). Esta bacteria es considerada como la principal causa de la gastritis crónica y puede derivar en patologías graves, si no se previene o si no se hace un diagnóstico oportuno.
Hace algunos años se creía que la H. pylori podía ser erradicada con antibióticos para evitar la gastritis y el riesgo de otras enfermedades, sin embargo, según la Organización Panamericana para la Salud (OPS), la bacteria se ha vuelto muy resistente y difícil de erradicar.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos, la bacteria suele propagarse por contacto boca a boca, a través del agua y los alimentos contaminados, es decir que en algunos casos la población más vulnerable frente a esta es la que se encuentra en condiciones de pobreza y en áreas con problemas de salubridad.
Expertos estiman que esta infección suele adquirirse en la infancia. De hecho, un estudio realizado en Colombia a personas entre 1 y 16 años reflejó H. pylori en el 59% de los casos. Esta bacteria fue considerada por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) como agente carcinogénico tipo I y se estima que más del 75 % de los cánceres de estómago en todo el mundo se desencadenaron por portarla.
Los síntomas de esta infección no siempre se experimentan, se cree que algunas personas nacen con resistencia a sus efectos nocivos. Cuando se manifiesta, produce dolor en el abdomen, malestar agudo con el estómago vacío, náuseas, pérdida de apetito y disminución involuntaria de peso6. La H. pylori se diagnostica a través de análisis de sangre, prueba de aliento, prueba de heces o endoscopia, todo depende del caso.
¿Cuál es la relación con el cáncer de estómago?
El cáncer de estómago se origina en la mucosa gástrica. La infección por H. pylori puede afectar notablemente la mucosa gástrica, generando una gastritis crónica o avanzada que si no se trata a tiempo puede contribuir al origen de esta enfermedad a través de una lesión precancerosa.
Esta etapa suele ser asintomática. Especialistas afirman que la última fase del desarrollo de la enfermedad es la que sí presenta síntomas, pero usualmente en esta fase, la patología está en una etapa más avanzada.
Además de la H. pylori, otros disparadores pueden ser una mala dieta, una excesiva ingesta de sal, tabaquismo y alcohol. El desarrollo de una afección como esta es gradual y puede pasar mucho tiempo para que el paciente experimente síntomas.
Los signos o síntomas de alerta son inespecíficos, es decir, que si se presentan pueden atribuirse a otras enfermedades o situaciones distintas al cáncer. Cuando no obedecen a una causa específica y se prolongan en el tiempo a pesar del tratamiento, pueden ser síntoma del cáncer de estómago; por ejemplo: apetito disminuido, pérdida de peso sin causa aparente, dolor abdominal, sensación de llenura con poca comida, acidez, vómito con o sin sangre, hinchazón en el abdomen y sangre en las heces.
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Según la literatura médica, una de las mejores estrategias es diagnosticar y tratar la infección por H. pylori a tiempo cuando se experimenta gastritis crónica. Esto también puede aplicarse en estadios un poco más avanzados. Lo importante es ir al médico para evitar el daño de la mucosa gástrica, que puede ser origen del cáncer de estómago.
El tratamiento contra H. pylori consiste en una combinación de antibióticos y otros medicamentos. Esto estará en constante revisión hasta que la infección desaparezca. Para prevenir la bacteria, los expertos recomiendan lavarse las manos después de ir al baño y antes de comer. También es importante comer alimentos adecuadamente preparados y beber agua potable.
Para concluir, seguir las anteriores recomendaciones y consultar a su médico tratante de forma oportuna, son algunas de las claves más importantes para detectar a tiempo la bacteria H. pylori y así evitar en la medida de lo posible una consecuencia como el cáncer de estómago.
Para ello, expertos afirman que profesionales médicos, asociaciones de pacientes, farmacéuticas y Gobierno, deben seguir impulsando campañas de educación y sensibilización alrededor de la enfermedad para lograr disminuir el riesgo de contraerla.
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