El rábano es una de esas cosas a las que se alude cuando se quiere decir que hablamos de algo que nos importa muy poco: "me importa un rábano", decimos. como si el rábano es una cosa insignificante.
Está el rábano normal y corriente, el llamado rábano blanco ("Rafanus sativus", donde "sativus" quiere decir cultivado). Lo que es blanco es su interior, porque el exterior de la raíz es de color rosa fuerte, casi fucsia.
Del rábano comemos la raíz y la sabiduría popular recomienda abstenerse de tomar el rábano por las hojas, aunque algún cocinero de la clase de los "autores" me haya puesto delante alguna vez una ensalada de hojas de rábano que no dejó muy buena impresión en mi memoria.
El rábano es una cosa bastante insípida. La forma más normal de comerlo es hacerle un corte en forma de cruz en la puntita y poner ahí unos granos de sal. También se puede incorporar a una ensalada, tal cual si se trata de ejemplares mínimos o, mejor, cortado en rodajas: queda bonito, y con el aliño habitual gana mucho. Pero, vamos, no conozco a nadie al que el rábano suscite pasiones, así que no me extraña la expresión popular.
Pero hay rábanos, y rábanos. El wasabi ("Wasabia japonica"), por ejemplo, que si no es exactamente un rábano sí es de la familia, y pariente muy cercano. Es, como ustedes saben sin duda, japonés; pero no lo confundan con el rábano japonés o daikon. El wasabi es esa cosa verde que le ponen a uno, en pasta normalmente, en los restaurantes japoneses para tomar con sushis o sashimis. Pica.
Con el rábano picante suele hacerse una pasta que se vende ya preparada. Pero se puede hacer en casa, si se tienen los ingredientes.
El picante del rábano picante no les parecerá picante; pero a quienes no estamos acostumbrados sí que nos pica. Pero es de esos picores que suben a la nariz, en vez de bajar a la laringe y organizar un incendio en el esófago. Un picor agradable. Pruébenlo: quizá no digan más eso de "me importa un rábano". EFE