A través de una resolución adoptada en 2009, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 22 de abril como el Día de la Tierra o Día Internacional de la Madre Tierra.
Esta resolución tiene sus orígenes en las denominadas Cumbres de la Tierra que han dado lugar a una serie de acuerdos y compromisos internacionales para avanzar en la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible. La primera Cumbre de la Tierra se llevó a cabo en Estocolmo, Suecia, en 1972. Desde entonces esta Cumbre ha contado con la participación de líderes de todo el mundo, organizaciones no gubernamentales, organizaciones de mujeres y feministas, juventudes y otros actores; destacándose, por sus resultados, la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992) donde se adoptó la Agenda 21 (un plan de acción global para el desarrollo sostenible), la Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo y la Declaración de Principios para la Gestión Sostenible de los Bosques.
Cada año, las Naciones Unidas conmemoran a nuestra Madre Tierra a través de la iniciativa "Armonía con la Naturaleza”, donde se comparten buenas prácticas para la promoción, medición y reporte del desarrollo sostenible en harmonía con el medio ambiente y la preservación de la vida.
La fecha busca la toma de conciencia y responsabilidad sobre la triple crisis planetaria (cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación), y hace un llamado a la acción de todos los gobiernos, empresas y ciudadanía sobre la necesidad de la puesta en práctica de soluciones y formas de desarrollo que preserven a nuestra Madre Tierra.
En el actual contexto de crisis y multi amenaza ambiental (cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación), las mujeres y las niñas enfrentan grandes desigualdades y desventajas debido a patrones históricos de discriminación y exclusión de carácter social, económico, político y cultural. Estos patrones influyen además en la tenencia, la propiedad, el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales; así como en los efectos desiguales de la contaminación, la inseguridad alimentaria, la migración por los efectos de las crisis ambientales, y el impacto de los desastres y la violencia.
Al mismo tiempo, por los roles sociales asignados históricamente, son las mujeres (particularmente las rurales, indígenas y defensoras de los derechos ambientales) quienes actúan como guardianas de la biodiversidad y poseen conocimientos específicos y valiosos que pueden proporcionar soluciones eficientes y sostenibles frente a las crisis ambientales y climáticas.
Por ello, las desigualdades de género y las crisis ambientales, que constituyen los grandes retos para el desarrollo sostenible y para el ejercicio de los derechos humanos, precisan ser abordadas de manera conjunta y sistémica a fin de lograr un cambio estructural a favor de la preservación de la vida y de la Tierra.
En este sentido, el Compromiso de Santiago de la Conferencia Regional de la Mujer de 2020 y las conclusiones acordadas de la CSW66 (2022) sobre cambio climático y riesgos de desastres reconocieron la necesidad de integrar la perspectiva de género en las políticas nacionales de adaptación al cambio climático, la mitigación de sus efectos, estableciendo sus impactos diferenciados en las mujeres, las adolescentes y las niñas.
Desde ONU Mujeres entendemos que los cuidados y la preservación de la vida y de lo vivo debe estar en el centro del modelo de desarrollo si queremos garantizar la sobrevivencia de la especie humana..
La importancia de dar respuesta a la triple crisis ambiental radica en que la pérdida del equilibrio del funcionamiento de la naturaleza y la destrucción de los ecosistemas ponen en riesgo la continuidad de nuestra especie; por lo tanto, las soluciones no pueden ser construidas desde una mirada sesgada por el patriarcado que ha basado su sistema económico justamente en la explotación de los elementos de la naturaleza sin medir las consecuencias de cada intervención. Por tanto, las mujeres no pueden estar fuera de las discusiones y de la toma de decisiones que afectan directamente a la vida.
Es una prioridad para ONU Mujeres trabajar el nexo género y ambiente, tanto porque las mujeres tienen respuestas y perspectivas diversas y diferentes a las que se han venido trabajando en las últimas décadas, cuanto por la afectación diferenciada que las crisis ambientales tienen sobre las mujeres.
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