Orinar después de las relaciones sexuales podría reducir el riesgo de infecciones urinarias y no tiene efectos negativos.
Es muy frecuente, independientemente del tipo de genitales que se posean, que después del sexo o de la masturbación nos entren ganas de orinar. Como el cuerpo es sabio, lo mejor es hacer caso a esa sensación, por mucha pereza que nos dé abandonar la calidez de la cama o de los brazos de nuestra pareja.
Lo cierto es que ese instinto tiene una función importante, ya que orinar tras el sexo (también si no nos entran las ganas inmediatamente) minimiza el riesgo de sufrir las molestas infecciones del tracto urinario.
¿Por qué disminuye ese riesgo?
Las infecciones del tracto urinario se producen cuando las bacterias entran en el tracto urinario a través de la uretra y viajan hasta la vejiga. Aunque son mucho más habituales en mujeres, porque su uretra es más corta, también pueden darse en hombres.
En ambos casos, (pero de nuevo, en mayor medida en mujeres) varias prácticas sexuales comunes (concretamente el cunnilingus y la penetración vaginal) aumentan el riesgo de sufrir estas infecciones, ya que el roce puede llevar bacterias desde la vagina hasta la uretra.
Teniendo esto en cuenta, se cree que orinar ayuda a eliminar estas bacterias del tracto urinario y la vejiga antes de que produzcan la infección. Por ello, y dado que desde luego no tiene ningún efecto negativo, se suele recomendar adoptar esta costumbre.
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¿Cuál es la evidencia detrás de este mecanismo?
Existen estudios que sostienen esta hipótesis (por ejemplo, uno publicado en Sultan Qaboos University Medical Journal o uno publicado en el Journal of Clinical Epidemiology) y otros que la desmienten (como uno publicado en Evidence-Based Practice).
A pesar de ello, se ha convertido en una recomendación habitual tanto en la práctica clínica como en el ámbito de la educación sexual, especialmente la enfocada a la prevención de riesgos. Esto es porque, como ya hemos mencionado, lo que sí se sabe es que se trata de una práctica completamente segura.
Con todo, hay que tener en cuenta que existen otros factores que aumentan el riesgo de sufrir infecciones del tracto urinario, y que posiblemente tienen una influencia mucho más decisiva que la costumbre de orinar tras el sexo. Estos incluyen beber menos agua de la necesaria, emplear productos de higiene íntima irritantes, limpiarse de atrás hacia delante tras defecar, retener la orina demasiado tiempo y el uso de ciertos métodos anticonceptivos (diafragma, condones sin lubricar o con espermicida).