En un nuevo y polémico estudio se duda de que una parte importante de la cantidad de nuevos casos de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) diagnosticados en los últimos años merezcan realmente ser calificados como enfermedad y ser tratados con medicamentos.
La controvertida investigación la han llevado a cabo Peter Conrad y Meredith Bergey, de la Universidad Brandeis en Waltham, Massachusetts, Estados Unidos, y se ha publicado en la revista académica Social Science & Medicine, editada por la conocida editorial científica Elsevier, con un catálogo de 25.000 libros en su haber y numerosas revistas académicas, entre ellas las famosas The Lancet y Cell.
En años recientes, los casos diagnosticados de TDAH han aumentado de forma espectacular, llegando en algunos países a multiplicarse por diez.
Hasta hace poco, Estados Unidos destacaba por su alta cantidad de diagnósticos de TDAH, y el país consumía el 90 por ciento de todo el Ritalin, uno de los fármacos más habituales contra el TDAH. Los diagnósticos de TDAH siguen creciendo en la nación, pero los estadounidenses son ahora solo el 75 por ciento de los usuarios de Ritalin.
Según el estudio, en el Reino Unido, el diagnóstico de la enfermedad en niños de edad escolar creció desde menos de un 1 por ciento en los años 90 hasta casi el 5 por ciento hoy en día. En Alemania, la prescripción facultativa de fármacos para el TDAH aumentó desde 10 millones de dosis diarias en 1998 hasta 53 millones en 2008.
Los autores del nuevo estudio consideran que este aumento tan llamativo no refleja un auge real del trastorno sino tan solo un cambio en el criterio de dónde está la frontera entre la dificultad normal de un niño para prestar atención en clase y estarse quieto, y una conducta verdaderamente calificable como enfermedad.
Si el listón para ser diagnosticado con TDAH se baja mucho, existe el riesgo de que por cada persona afectada de verdad se diagnostique indebidamente el trastorno a muchas otras que simplemente son inquietas, impulsivas y se distraen con facilidad. (Ilustración: Amazings / NCYT / JMC)
Como ejemplo de la ambigüedad de esta frontera, se puede recurrir a las preguntas que muchas webs que aconsejan sobre el tema plantean para ayudar a discernir si alguien sufre TDAH:
¿Le cuesta estarse quieto en la silla?
¿Le resulta difícil concentrarse?
¿Es desorganizado en casa y en sus tareas?
¿Comienza proyectos que abandona sin finalizarlos?
Estas preguntas pueden con facilidad hacer que personas sin un verdadero Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad sean catalogadas como pacientes de dicho trastorno, tal como argumenta Conrad.
Según los autores del estudio, no es casualidad que la cifra de casos de TDAH diagnosticados haya aumentado poco en aquellos países donde se aplican criterios sanitarios que sitúan el umbral del TDAH en un nivel de conducta conflictiva mucho más elevado que en las naciones donde el auge de casos ha sido espectacular. En Estados Unidos, el umbral se sitúa mucho más abajo, y esta nación y aquellas donde se ha adoptado ese mismo criterio tienden a ser las que han registrado el aumento más alto de “nuevos casos” de TDAH.
Conrad y Bergey creen también que otro factor que ha contribuido a esta situación, al menos en lo que se refiere al espectacular incremento en el consumo de fármacos para el TDAH, es el auge del enfoque farmacológico en la psicología, en detrimento del basado en las terapias cognitivo-conductuales y otras no farmacológicas. Aquí los autores del estudio ven además una posible presión de la industria farmacéutica.
También se podría caer en el problema, otras veces registrado en la historia de la medicina, de la medicalización excesiva o incluso indebida de conductas atípicas, que podría chocar contra criterios médicos futuros, como cuando se consideraba a la homosexualidad una enfermedad o al onanismo una conducta inherentemente nociva para la salud.
Tomado de: noticiasdelaciencia.com