El tantra utiliza toda la energía de la sexualidad para logra una conexión con el entorno y así expandir los límites más allá de las fronteras fijas del “yo”.
El tantra lleva el acto sexual a una experiencia de meditación, de fusión entre lo masculino y lo femenino interna y externamente.
Uno de los dilemas mentales clásicos de muchas personas al acercarse al tantra es: si llevo la sexualidad a una experiencia sublime, de meditación, ¿voy a perder esa experiencia que tanto nos atrae, del deseo y la excitación?
El deseo, la excitación siguen estando ahí, y con mucho más poder, puesto que en el tantra no se pierde energía, sino que se gana. Se abren las puertas a otra dimensión, donde la excitación genital se queda como el fuego, el motor, que lleva a la experiencia más elevada del éxtasis tántrico.
En el amor tántrico no se busca grandes experiencias de orgasmos espasmódicos, ni descargas compulsivas, se vacía la mente de objetivos para vivir el ahora, convirtiendo de esta manera el acto sexual en poderosa meditación.
Con el tantra se recibe una relación plena, placer, satisfacción en todos los aspectos y vitalidad.