Tal vez era más frecuente escuchar ese comentario hace algún tiempo. Ahora no se suele decir abiertamente por la consciencia de la imagen de prepotencia que se ofrece con ello, que si bien antes, por las desigualdades educativas y sociales, servía para marcar diferencias, ahora resulta inaceptable en una sociedad más evolucionada.
Sin embargo, ese mismo mensaje sigue estando presente, tal vez más que nunca, pero ahora no en palabras, sino en la actitud de muchísima gente, tanto a nivel individual, como institucional, cuando nos empeñamos en no reconocer nuestros errores, aún resultando evidentes. Ahora la intención es esconder no ya sólo nuestra incompetencia o ineficacia, sino incluso la imperfección inherente a nuestro carácter humano.
Parece que ahora el equivocarse “no se acostumbra”, da muy mala imagen, tanto más cuanto más artificiales nos volvemos, cuanto más nos convertimos en únicamente “fachada para que los demás vean”. No aceptamos errores a nivel laboral, profesional o social porque no serían nuestros, sino de nuestra fachada.
Cuando ya no se puede ocultar el error, resulta que siempre hay una justificación, siempre el responsable es otro, y recurrimos a complicadas tácticas para demostrarlo, en vez de poner a trabajar el talento y la imaginación de forma más provechosa para tratar de que el error no suceda de nuevo. Es curioso, todos somos perfectos; nadie se equivoca… pero es demasiado frecuente que las cosas no salgan bien.
La equivocación es característica de todo ser humano. El que acepta la equivocación se está responsabilizando de la misma y tiene ocasión de corregirla, de aprender y de superarse a sí mismo. La prepotencia de ofrecer una imagen perfecta sólo trata de esconder una incompetencia o ineficacia que sólo uno mismo no es capaz de ver, evitando, además, la oportunidad de superarse.
Por
Dra. Margarita Mendoza Burgos
Psiquiatra y Psicóloga Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia
Blog: http://dramendozaburgos.com/