El deseo sexual es aquella energía que nos hace desear mantener relaciones sexuales, ya sea con otra persona o con nosotros mismos.
Está estrechamente unido a la sexualidad, aunque esta no sea sinónimo de sexo
Muchas veces el deseo sexual se evapora, los motivos pueden ser múltiples, siendo los siguientes algunos ejemplos:
Falta de tiempo diario: parece absurdo, pero es básico. La mayor parte de las personas que han perdido el deseo sexual simplemente no lo cultivan ¡porque no tienen tiempo! Si nos llenamos el día de trabajo, obligaciones y actividades y encima sentimos culpa si no realizamos algo de esto, poco tiempo y energía le dejamos a la sexualidad y al sexo. En una vida de estrés y prisas es complicado (a veces imposible) disponer del tiempo y la relajación que requieren las relaciones sexuales, que muchas veces se acaban convirtiendo en un simple desahogo u otra “obligación” más, desprovista de todo placer.
Problemas de pareja: aunque hay parejas que resuelven sus problemas con un “buen revolcón”, lo normal es que si hay problemas en la relación estos afecten al sexo (y viceversa) y claro, en un ambiente conflictivo es difícil desear tener una relación sexual, al menos con nuestro compañero/a.
Rutina: si hablamos de parejas estables, esto suele pasar a lo largo del tiempo. La rutina en la vida diaria y mantener relaciones siempre de la misma manera hacen que la novedad y el disfrute disminuyan, decayendo consecuentemente el deseo sexual.
Abuso sexual: si se ha sufrido un trauma relacionado con la sexualidad, como puede ser un abuso o una violación tanto en la infancia como en la vida adulta, es entendible que la sexualidad esté alterada. Aunque no todas las personas que han sufrido estos acontecimientos presentan una falta de deseo, puede darse el caso de que así sea.
Problemas con el propio cuerpo y falta de autoestima: la vergüenza por el propio cuerpo, el envejecimiento, los supuestos defectos, o complicaciones más graves como la anorexia pueden producir falta de deseo sexual, ya que la persona no querría mostrar ni aceptar su cuerpo. La falta de autoestima o un pobre autoconcepto pueden generar ansiedad frente a la ejecución de la relación sexual, evitando de manera inconsciente enfrentarse a ella a través de una falta de deseo.
Disfunciones sexuales: muchas veces ocurre que, si hay una disfunción sexual y no es tratada para resolverla, el deseo decae con el tiempo. Esto se produce porque la disfunción sexual del tipo que sea (eyaculación precoz, disfunción eréctil, vaginismo, dispareunia), provocan una ansiedad anticipatoria (y dolor en algunos casos) que poco a poco reduce el deseo, puesto que la persona prefiere no enfrentarse a la relación sexual que volver a repetir el problema. En este punto hay que recordar que muchas personas unen su propio concepto y valía como hombre o mujer al sexo, por lo tanto, una disfunción sexual pone en tela de juicio toda su virilidad o feminidad.
Creencias rígidas sobre el sexo: ciertos tabúes, creencias o formas de educación culpabilizan a la persona por tener relaciones sexuales. Esto puede hacer que el deseo decaiga.
Falta de orgasmo: muchas veces las personas no disfrutan del sexo porque no consiguen “llegar” al orgasmo, sintiéndose raros o poco válidos, lo que puede afectar su autoestima y por supuesto su deseo.
FUENTE: Psicologiamadrid.es
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