Como cualquier padre o madre en el mundo, se desea siempre lo mejor para sus hijos. Pero, ¿qué pasa cuando la intervención de un padre influye demasiado en la vida y autonomía de los niños?
Dejar que los hijos tomen sus propias decisiones y experimenten cometiendo incluso sus propios errores es una de las tareas más complejas que tiene la maternidad y la educación de los niños. El riesgo de no hacerlo es la sobreprotección, que crea niños inseguros, dependientes y propensos a la depresión.
Los niños sobreprotegidos muestran características negativas durante la infancia que permanecen durante la edad adulta, siendo más proclives a ser manipulados y con dificultades para tomar decisiones. Acá te mencionamos algunas consecuencias:
- Sentimientos de inutilidad y dependencia
- Falta de autoestima
- Dificultades para aprender
- Dificultad para hacerse responsables de sus propios actos y para tomar las riendas de sus vidas
- Suelen ser niños más miedosos
- Falta de iniciativa propia y de creatividad
- Insatisfacción por sus propios logros
- Inmadurez
- Normalmente tienen pocos amigos
- Poca tolerancia a la frustración
- Timidez y retraimiento
- Escasa empatía
- Cierto nivel de egocentrismo y necesidad de atención
- Insatisfacción por los propios logros
- Temor ante lo desconocido y evitan emprender iniciativas propias
En el equilibrio está la virtud y fomentar la autonomía e independencia no quita que los niños sigan necesitando de la atención, de los mimos y del cuidado de sus padres.
¿Qué puedes hacer para dejarlo experimentar por sí mismo?
No intervengas en todos sus problemas, puedes acompañarle o hacerle reflexionar sobre cuál es la mejor solución, pero tiene que aprender a proponer opciones, a valorarlas y a elegir la más adecuada.
Todos los niños se caen, deja que juegue y disfrute y sólo debes intervenir cuando exista un peligro real que pueda dañarlo. Golpearse en el parque es algo normal y no se considera como un grave peligro potencial.
Fomenta que tu hijo juegue con otros niños y permite que se aleje de ti y disfrute con los demás. Comprobarás que, realmente, no se aleja tanto como pesábamos que podría hacer.
Respeta su ritmo de aprendizaje y permite que se enfrente a sus propios retos. Tan negativo puede ser no permitirle que suba al tobogán más alto, como obligarle a hacerlo. Los niños valoran sus propias capacidades y se mantienen en su entorno de seguridad.
Fomenta su autonomía y responsabilidad asignándole tareas adecuada a su edad. Con un año ya puede ayudar a quitarse los calcetines para bañarse y con dos puede colocar las servilletas en la mesa antes de comer. Poco a poco los niños deben asumir responsabilidades que además les permitirán comprobar que son capaces de hacer las mismas cosas que los mayores.
Fuente: Mujer Hoy