Con el objetivo concientizar a la población, cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la prevención de Suicidio. Actualmente, el grupo de mayor riesgo son los jóvenes.
Normalmente se cree que la causa es un problema en específico (como la pérdida de un ser querido o la falta prolongada de empleo etc.), pero estos problemas suelen ser únicamente el detonante de una crisis que tiene como consecuencia el suicidio.
Los factores influyentes que explican su ocurrencia son diversos, e incluyen características:
- Individuales.
- Circunstanciales.
- Sociales.
- Culturales.
- Trastornos como la depresión o la bipolaridad.
Se estima que cada año se suicidan casi un millón de personas. Y en los últimos 50 años han aumentado el 60% a nivel mundial.
Leonardo Aja Eslava (2007) explica en su artículo: “El suicidio y los factores indicadores de riesgo”, detalla que uno de los mitos más comunes es que las personas que expresan claramente su deseo de suicidarse nunca lo intentan.
Para la sorpresa de muchos, los estudios indican que 8 de cada 10 personas que se quitaron la vida hablaron abiertamente sobre sus intenciones.
Redes sociales enemigas silenciosas que impulsan el suicidio
En la actualidad las redes sociales forman parte importante de las relaciones juveniles; es decir los noviazgos, amistades, e inclusive las relaciones de negocios.
Las redes sociales ofrecen para la juventud y personas de todas la edades, la oportunidad de proyectarse en la forma que quieren ser percibidas, presentando lo que ellas consideran mejor de sí.
Existen algunos indicios que nos pueden dar luces de estos gritos de ayuda, que algunas veces son más silenciosos que otros.
Las personas que consideran el suicidio como opción, normalmente no están motivadas por la idea de la muerte en sí, sino porque se sienten atrapadas en alguna problemática que creen sin salida.
Las personas con ideas suicidas, con frecuencia, tienen sentimiento de vergüenza, culpa, desesperanza; o se ven así mismas como víctimas y carga para sus seres queridos, además pueden experimentar una pérdida que consideran insuperable o soledad extrema.
Algunas veces, más no siempre, podremos observar algunos cambios en la conductas como:
- Problemas de concentración.
- Regalo repentino de pertenencias de mucho valor.
- Perdida de interés en actividades que antes eran significativas.
- Presentar nuevos comportamientos autodestructivos (como beber alcohol en exceso o consumir sustancias ilícitas).
- Aislamiento.
- Hablar sobre temas relacionados a la muerte o inclusive la planificación del perfecto suicidio.
No existe una receta exacta que indique si el intento de quitarse la vida se llevará a cabo o no, y la decisión se encuentra únicamente en las manos de quién decide llevar a cabo el suicidio.
Como sociedad debemos procurar luchar por entornos más sanos y libres de violencia; y a nivel personal, podemos facilitar la escucha, el cariño y el acercamiento de un o una profesional a cualquier persona que implícita o explícitamente pida ayuda, brindando así un poco de esperanza.
Fuente: Fátima Baldovinos. Psicóloga.