Sexualidad

Crisis conyugales

viernes 10, agosto 2012 - 6:03 pm

                  

La dinámica conyugal en su evolución atraviesa por una serie de etapas críticas características, aunque no necesariamente todas ellas se manifiestan en todos los matrimonios.

Ello depende mucho de la comunicación de la pareja, del conocimiento que se tenga de esta evolución, de la voluntad de ambos, y de la medida en que el amor se haya ido fortaleciendo o diluyendo, lo que a su vez depende bastante de cómo se hayan resuelto crisis anteriores, pues aunque las crisis tienden a separar el matrimonio en primera instancia, será en función de cómo se maneje esa crisis que lo separará definitivamente, o por el contrario lo fortalecerá, o bien supondrá simplemente una espera nada constructiva hasta que llegue la siguiente crisis.

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((se podrá ilustrar cada crisis))

Una primera crisis viene frecuentemente en el primer año debido a los roces normales de este periodo de adaptación a la convivencia común de dos personas acostumbradas a la libertad e independencia que cada uno tenía. Una cosa es ser novios y disfrutar algunos ratos juntos, y otra cosa es la convivencia estrecha del matrimonio. No obstante, la ilusión y la pasión natural de esta etapa suele salvarla con éxito.

Una segunda crisis viene con frecuencia a los dos o tres años, cuando se va descubriendo que su cónyuge no es exactamente aquella persona que se tenía idealizada en el noviazgo. Ya se ha tenido ocasión de observar numerosos defectos y discrepancias que entonces no se conocían, y se han consolidado aquellos que se esperaba que desaparecieran, con lo que aparece cierto grado de decepción.

Otra crisis característica, la de los “treinta y tantos”, aparece entre los cinco y los diez años de matrimonio, cuando este se ha vuelto rutinario, e incluso la relación sexual también ha dejado de ser atractiva. Ello hace dedicar más atención aún a la carrera profesional, que está en plena efervescencia, y tiende a desaparecer la presencia y la comunicación en la familia. Los hijos empiezan a mostrar en su conducta síntomas de que en la casa algo no funciona. Aparece la tentación de la infidelidad buscando la emoción perdida.

En la década de los “cuarenta y tantos” es típica la crisis provocada por los primeros síntomas de decadencia física que empiezan a aparecer en numerosos aspectos. Cuesta aceptar que el atractivo y la capacidad física, e incluso mental empiezan a desvanecerse, y tiende a aparecer una sensación de haber perdido la mejor parte de su vida con la otra persona. Todo ello provoca un riesgo de infidelidad con personas bastante más jóvenes, tratando de resistirse al paso del tiempo. Si las crisis anteriores no se han resuelto adecuadamente, el riesgo de ruptura en esta etapa es elevado.

Aparece otra crisis, la de los “cincuenta y tantos”, cuando los hijos ya van dejando el hogar. Suele suceder que la relación conyugal se ha fortalecido en la crianza de los hijos casi exclusivamente, y cuando ellos no están la casa se siente demasiado vacía, en ella solo quedan dos extraños que ya perdieron lo que compartían y también el interés por la sexualidad.

La edad de la jubilación (sesenta y tantos) frecuentemente marca otra etapa de crisis. Después de estar acostumbrados por muchos años a unas rutinas diarias independientes el uno del otro, pasar veinticuatro horas al día juntos, sin nada especial que hacer,  con el mal humor que da sentir que, según la sociedad, ya no se es útil, no es tarea fácil para muchas personas. A veces esta crisis llega a prolongarse bastante, y si crisis anteriores quedaron en situación latente, esta puede llegar a tener consecuencias de separación, y en casos extremos, desenlaces fatales.

 

Fuente: Dra. Margarita Mendoza Burgos

info@dramendozaburgos.com



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