La conciencia medioambiental ciudadana y la preocupación por el cambio climático están íntimamente unidas, y se reflejan en el auge de nuevos hábitos de consumo donde la alimentación sostenible adquiere cada vez una mayor presencia.
Por ejemplo en la alimentación y su relación directa con el uso de recursos naturales como la tierra y el agua, y por lo tanto su potencial para dejar una huella tanto positiva como negativa en función de su modelo de explotación.
Esta tendencia hacia un consumo más responsable se refleja en las estanterías de los supermercados con frutas, verduras, mieles, lácteos o carnes con los términos ‘ecológico’ u ‘orgánico’ en su etiqueta.
Diferencias con los productos convencionales
Los alimentos orgánicos proceden de métodos agrícolas o ganaderos con un impacto medioambiental reducido gracias al empleo de sustancias y procesos más naturales, ajustados al control de una serie de buenas prácticas de explotación.
- Prohíbe el uso de pesticidas químicos y fertilizantes sintéticos.
- Fomenta la rotación de cultivos para un uso más eficiente de los recursos y regenerar los suelos.
- Prohíbe el uso de hormonas para el ganado y reserva el uso de antibióticos solo cuando el estado de salud del animal lo justifica.
- Fomenta el uso de fertilizantes orgánicos en los cultivos y alimentos naturales como los piensos o el pasto.
- Apuesta por la cría al aire libre del ganado o los espacios amplios, que no les causen estrés y les permitan expresar sus comportamientos instintivos.
- Prácticas de cría a medida y en general un alto nivel de bienestar animal.
- Gestión responsable de los recursos hídricos.
- Protege y si es posible aumenta la fertilidad del suelo.
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