Para llevar una vida más tranquila en la oficina es necesario reconocer aquellos compañeros que afectarán nuestra tranquilidad en el trabajo. Algunos de los rasgos característicos que configuran este patrón son la manipulación, el pasar de un extremo a otro (un día soy muy simpático contigo y otro día soy todo lo contrario), o el mentir de forma constante y justificar esa mentira siempre culpando a los demás. Un rasgo muy característico es que en las discusiones suelen llevarlas siempre al terreno de lo personal en vez de centrarse en el foco de la discusión en sí. Para el psicólogo y escritor José Enrique Vázquez, una persona tóxica es aquella que en las relaciones interpersonales desgasta, culpabiliza, intimida y le roba la energía y esperanza al otro: «No aportan nada positivo, no ayudan, no son empáticos ni asertivos y, sobre todo, suelen ser tremendamente egoístas, egocéntricos y no quieren saber de respeto y tolerancia con los demás».
En la bibliografía científica no existe un término concreto para definir este tipo de interacciones. Cuando hablamos de personas tóxicas, «influyen muchas variables, rasgos y características de personalidad», expone por su parte Marta de la Fuente Lago, especialista en Ansiedad y Estrés y Psicooncóloga en el Centro de Psicología Área Humana. Todos, añade, nos podemos encontrar personas que están centradas en la queja, que pueden llegar a molestar y estresar, o quizás personas que están pasando por un mal momento y su irritabilidad afecta a otros. Pueden ser agresivas y con falta de empatía o tener un comportamiento claramente agresivo, abusador y destructivo. A éstas se las podría catalogar como personas con un trastorno de personalidad.
No siempre es fácil detectar a las personas tóxicas, pero el cerebro suele avisar: «Lo hace en forma de tensión», informa Cahue. La relación con esa persona nos produce una determinada tensión que, dependiendo del caso y de la persona, se puede traducir en migrañas, úlceras de estómago, dermatitis, ataques de pánico, ansiedad e incluso, en situaciones más graves y complicadas, puede producir ciertos tics. Esa tensión es la que nos avisa de que estamos ante una relación que no nos conviene o que debemos cambiar nuestra forma de actuar ante ella para que no tenga consecuencias negativas.
El problema no es que existan estas personas sino cómo nosotros las interpretamos. «Es importante no valorarlas como una amenaza (aunque en muchas ocasiones puedan serlo), y tomar una actitud activa, centrada en la búsqueda de soluciones, marcando límites para defender nuestros derechos. Resulta muy positivo identificar y conocer nuestras limitaciones», explica de la Fuente.
Aunque en muchos casos se intenta escapar de estas personas, en ocasiones esa huida es imposible. Por ejemplo, cuando el jefe es la persona tóxica. En una situación así hay que actuar teniendo en cuenta ciertas indicaciones. Por ejemplo, si vamos a tener una reunión en su despacho, Vázquez aconseja realizar un ejercicio de relajación: «Relajarnos para darnos una ducha interior rápida que limpie nuestro propio veneno en forma de tópicos, expectativas, o falsas creencias que pueden dar un tinte más dramático a la situación». Y después de centrarnos en la respiración, tomar lentamente unos sorbitos de agua que nos darán ese punto de tranquilidad y paz que necesitamos. Además, «tenemos que confiar en nuestros valores», indica el experto.
Por su parte, de la Fuente expone tres pasos imprescindibles para ese cara a cara. Primero, observar cómo estamos a nivel físico. Segundo, prestar atención a nuestras neuronas espejo, es decir, no contagiarnos por la agresividad e incomprensión del otro. Y pensar antes de actuar.
Por otro lado, es muy importante durante la conversación, no entrar en descalificativos personales y centrarnos sólo en la parte técnica del problema en sí. No podemos olvidar, recuerda Cahue, que estas personas suelen llevarlo todo al terreno personal.
Un recurso muy útil e importante en este tipo de relaciones, sobre todo en el ámbito laboral, es que las cosas se decidan por escrito. Es mejor la comunicación vía correo electrónico que por teléfono. En una conversación, es más fácil dejarse llevar por las emociones, y ante una persona tóxica que utilizará un vocabulario agresivo o destructivo, la mejor opción es pensar antes que actuar evitando cualquier excusa que nos haga perder los nervios.