No hablamos de asistir un resfriado común un par de días, sino de enfermedades crónicas o condiciones graves que necesitan atención continua por largos periodos de tiempo o de por vida. En estos casos, la persona o pariente encargado de cuidar se desgasta emocional y físicamente. A la larga, ello puede generar rechazo hacia el paciente.
El estrés, la fatiga y el agotamiento se producen a consecuencia de la lucha diaria, una dura tarea que a menudo es testigo de la degeneración de un paciente, acarreando impotencia o falta de control en el cuidador. Todo ello puede desembocar en el llamado “síndrome del cuidador quemado o burn-out”.
Esta afección se caracteriza por un profundo desgaste emocional y físico de la persona que cuida al paciente, reseña el portal cuidadores.unir.net.
Si el cuidador reprime con mucha frecuencia sus sentimientos y emociones, lo que aumenta la presión, depresión, angustia e irritabilidad. La situación puede sumarse a problemas de otra índole como laboral, económica o legal, propios del cuidador.
Para cuidar su salud mental y mejorar su calidad de vida, el cuidador debe entender que...
- El agotamiento puede hacer mella y generar situaciones de irritabilidad y hasta violencia. Por eso es crucial pedir ayuda a familiares, amigos y profesionales del área médica que puedan relevarle en su labor.
- Para hacer posible el punto 1, es importante organizarse: saber organizar pastilleros y otros medicamentos, hacer una guía de cuidados o bien un cronograma diario para compartir a las personas que apoyarán en los cuidados, para que lo hagan de manera correcta y no empeoren la situación.
- El cuidador nunca debe olvidarse de sí mismo. Tiene que ocuparse de su alimentación y de hacer ejercicio físico para eliminar toxinas del cuerpo. Además, debe propcurar actividades naturales como ir de paseo, disfrutar con amigos o tener una vida de pareja.
- Tomarse descansos diarios es muy positivo. Por ejemplo, reservarse un lapso diario para actividades placenteras, fuera del contacto directo con el dependiente.
- Poner límite a las demandas del paciente. Hay que saber decir no, sin sentirse culpable por ello, por ejemplo: que la persona vaya al baño sola si tiene capacidad para hacerlo.
- Además, es importante expresar sus sentimientos, frustraciones y temores como vía de escape emocional. Para ello, se debe contar con la presencia de amigos, familiares o un psicólogo que le guíe en el camino de exteriorizar su situación de manera acertiva.
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